martes, 8 de mayo de 2012

Cuenco de Talavera


Segunda mitad del siglo XVI / mediados del XVII.
Excavaciones en el Museo Arqueolóxico Provincial de Ourense, 2003.

Las intervenciones arqueológicas realizadas en el edificio del Museo, contribuyeron a profundizar en el conocimiento de la historia urbana de la ciudad de Ourense, a través de la evolución de este singular edificio durante un amplio marco cronológico pero también de la cultura material y vida cotidiana postmedieval, hasta hace muy poco olvidada de la investigación.
Durante las excavaciones apareció este cuenco identificable con la serie tricolor de la loza tipo Talavera y que formaría parte de la vajilla de mesa de un ambiente de lujo de la sociedad orensana del momento. Cuenco de base anular, fondo plano y borde plano horizontal. Realizado a torno con una pasta amarillenta, muy bien decantada y depurada, con un vidriado blanco ligeramente cuarteado con marcas del atifle. Su altura oscila entre los 6,9 y 8 centímetros y su diámetro es de unos 21,5 cm. Presenta decoración hacia el exterior e interior. En el exterior conserva restos de lo que podemos identificar con motivos vegetales estilizados en azul y perfilados en morado. En el interior un motivo central consistente en un ciervo rodeado de motivos vegetales y una mariposa, empleando tres colores: azul, rayado naranja y morado para los contornos de las figuras. Todo ello enmarcado por una orla tricolor de motivos geométricos que ocupa todo el borde de la pieza.
La cerámica de Talavera es símbolo de nuestra apertura al mundo renacentista occidental. Por ello aparece pintada en los bodegones y elogiada por los escritores de la época. Hasta el siglo XVI la producción talaverana continuará apegada a la tradición mudéjar pero con la llegada de las innovaciones técnicas y estéticas italianas, Talavera será la primera en recoger, asimilar e interpretar a su manera el nuevo gusto renacentista de la época. En breve espacio de tiempo, sus productos invadirán los mercados y alcanzarán gran fama, ocasionando con ello el hundimiento de centros de gran tradición alfarera durante toda la Edad Media, como Manises o Paterna, y generalizando el uso de las técnicas y decoraciones renacentistas.

Talavera ofrece un producto acorde con el nuevo gusto renacentista de la época pero también de mejor precio por lo que es accesible a un mayor número de personas. La vajilla de Talavera se convierte así en la vajilla de uso cotidiano presente en las mesas y salones de todas las casas de la época que se precien.

La amplia cronología de esta serie explica, por un lado, el gran número de piezas conservadas y la variedad de temas decorativos, y por otro, es un indicativo claro de la gran fama, aceptación y popularidad de la que gozó esta serie frente a las demás.

El estudio de esta cerámica se realizó desde diferentes enfoques, uno histórico-artístico, el mayoritario hasta hace unos años, y otro arqueológico que cada vez cobra más fuerza. Así los diferentes estudiosos del tema dividieron la producción talaverana en series o la agruparon en épocas con el fin de facilitar su estudio atendiendo a sus características formales. En líneas generales puede decirse que coinciden en esta división, que atiende a los esquemas decorativos presentes en los platos de las diferentes colecciones privadas o las existentes en los museos, y realizada desde la historia del arte. No coinciden, sin embargo, en la cronología para cada una de las producciones. Cronología que se vio modificada gracias a las excavaciones en suelo urbano, como la realizada en el edificio del Museo, que se empiezan a realizar y que contribuyen a precisar la procedencia y la cronología de esas producciones desde el punto de vista de la arqueología, teniendo en cuenta la estratigrafía que en algunos casos tiene una cronología precisa y los materiales asociados a estas producciones.

La producción cerámica de Talavera de la Reina y Puente del Arzobispo fue estudiada conjuntamente ya que ambas producciones comparten los mismos criterios artísticos lo que dificulta la diferenciación de sus producciones. La aceptación lograda por esta cerámica motivó su imitación en diferentes lugares.

La serie tricolor fue la que mayor fama dio a Talavera pero también la más imitada, debido al éxito y aceptación, en otros alfares españoles. Su identificación no presenta ningún tipo de duda ya que lo que caracteriza a esta serie es el uso de tres colores (azul, naranja y morado). Lo que si plantea más dudas es la identificación del alfar de procedencia ya que su aceptación y popularidad hizo que fuese imitada en otros centros alfareros peninsulares. Esta producción se conoce con el nombre de "imitaciones" o
"contrahechos" y se vendían a un precio un poco más bajo que las talaveranas pero superior al de la loza ordinaria. Esto explica su amplia difusión durante la primera mitad del siglo XVII al ofrecer un producto similar al talaverano, acorde con el gusto de la época, pero de inferior precio pudiendo competir con el talaverano al que imita y compensando con ello la inferior calidad que se ve recompensada con el acceso a este tipo de loza a un público más amplio y menos pudiente que el cliente de productos talaveranos.

La serie tricolor se caracteriza por el uso en la decoración de sus piezas de tres colores: azul, naranja para el relleno de las figuras como rayado o cuadriculado y el manganeso para los contornos, conocidos como colores de "gran fuego" por ser estos los únicos que soportaban la temperatura que se alcanzaba durante la cocción, a unos 900º, sin quemarse.

Dentro de esta serie se repitió, con relativa frecuencia, un tema decorativo que permite individualizar a este grupo de la serie tricolor pero que pertenece a ella ya que emplea los mismos colores. Se trata de piezas cuyo borde está decorado con una orla de tipo geométrico, como la que aparece en el borde de esta pieza. También conocida como orla castellana o "cenefa" oriental, llamada así por la influencia de la porcelana china en este tipo de decoración, está formada por rombos cruzados por aspas en amarillo alternando con "eses" alargadas en azul y "uves" en manganeso.

El motivo central que decora estas piezas es muy variado con preferencia por las zancudas o pájaros centrales, leones, ciervos, jabalíes y animales fantásticos dibujados esquemáticamente en el centro del plato. Son frecuentes también los temas florales y vegetales ocupando el centro de la pieza y adoptando formas asimétricas que se extienden por el borde como si se tratase de una única composición o en el borde repitiendo rítmicamente dos o tres temas análogos. Otras piezas se decoran con arquitecturas como altos torreones de paramento almohadillado y cubiertas tipo pagoda que denotan una búsqueda intencionada de exotismo oriental pero sobre todo influencia de los platos venecianos de mediados del XVI. En otras piezas el tema central es el escudo de una orden religiosa ya que los nobiliarios fueron menos frecuentes en esta serie. El tema figurativo es también uno de los temas decorativos más empleados y nos permite una datación más precisa gracias a la indumentaria y el peinado de los personajes que decoran el centro del plato.

En el alfar la arcilla era convertida en barro, mediante la decantación y putrefacción de los elementos orgánicos, y se le daba la forma deseada mediante el torneado o moldeado. Posteriormente las piezas se dejaban secar pasando al horno para la primera cocción tras la cual se sumergía en una mezcla de sulfuros de estaño, plomo y arena llamada "frita" quedando las piezas vidriadas de color blanco más o menos opaco según la cantidad de estaño empleada.

Las piezas eran decoradas con óxidos colorantes vitrificantes, hierro, antimonio, cobalto, cobre y manganeso, que proporcionaba unas tonalidades ocres o anaranjadas, amarillas, azules, verdes y negruzcas, disueltos en agua y aplicados con pincel. Una vez decoradas las piezas se volvían a cocer por segunda vez dentro de cobijas donde se apilaban los platos separados unos de otros mediante pequeñas piezas triangulares de barro llamadas atifles, aisladas del fuego y cocidas a 900º, temperatura necesaria para la vitrificación de la capa de esmalte blanco y de los óxidos colorantes.

La cerámica talaverana necesitaba dos cocciones frente a las tres de la loza dorada, algo que también pudo contribuir al éxito de este tipo de loza ya que disminuía la complicación del proceso de elaboración y no era necesario emplear tanto tiempo para la fabricación de las piezas.

Las decoraciones de la cerámica de Talavera han sufrido influencias europeas muy diferentes, desde las mencionadas italianas, la flamenca y la holandesa de Delf, influida a su vez por la porcelana china. Recibe todas estas influencias y las interpreta para posteriormente irradiarlas a otros centros productores. No hay que olvidar tampoco que los cambios que sufre la decoración no son ajenos a los cambios políticos y culturales, al igual que a la moda y al gusto de la época.

El éxito alcanzado por Talavera hizo que también proliferasen sus imitaciones uniendo con ello el destino de sus producciones al de Talavera. Así cuando la producción de Talavera decae por la competencia de la fábrica de Alcora, acorde con el nuevo gusto francés de los nuevos monarcas de la época, los Borbones, también desaparecen del mercado las imitaciones de Talavera y surgen nuevas imitaciones de modelos diferentes.

La loza dorada en Galicia

I Congreso Red Europea Museos de Arte Islámico, Granada, 25-27 de abril de 2012

lunes, 5 de diciembre de 2011

Plato y cuencos de finales del siglo XV realizados en alfares sevillanos, procedentes del Monasterio de Aciveiro (Forcarei)

Foto del artículo "Cerámicas de lujo en la Galicia del siglo XV" en Os Capítulos da Irmandade: peregrinación y conflicto social en la Galicia del siglo XV (2006), págs. 200-213. En colaboración con Vicente Caramés Moreira y José Suárez Otero.
1. Cuenco vidriado en verde de aspecto espeso, brillante y transparente.
2. Plato de la serie blanca y verde de mitades (Columbia Plain Green Dipped), como su propio nombre indica se decora media pieza en verde y el resto en blanco, en esta modalidad se decoran sobre todo platos, escudillas y alguna forma cerrada. Estas producciones aunque se documentan de manera notable en los yacimientos gallegos no alcanza su volumen de aparición al de otras series más comunes de Sevilla como son los melados, la vajilla blanca, las series azul y morado...
3. Cuenco de la serie azul y morada (Isabela Polychrome) es sin lugar a dudas la más extendida en la Galicia de finales del siglo XV y principios del XVI. Es recurrente en todos los yacimientos de este momento. Se trata de una loza de marcada tradición morisca, representándose comúnmente en las orlas la alafia, grafismo de tradición musulmana que invoca la buena suerte, con el tiempo degenerará en trazos abstractos. La producción de estas piezas perdurará hasta el primer tercio del siglo XVI. Se usa esta decoración sobre todo en formas de mesa abiertas como platos, cuencos y escudillas. Es sin lugar a dudas la serie más repetida en el registro arqueológico gallego de la segunda mitad del siglo XV y primer cuarto del XVI, casi se puede calificar de auténtico fósil director para este momento. La producción de esta serie debió ser bastísima dado que su contexto de aparición recorre desde ámbitos urbanos a los rurales, de fortalezas, casas nobles y edificios eclesiásticos a humildes viviendas. Ha sido documentada la serie en multitud de intervenciones arqueológicas de: Baiona, Vigo, Pontevedra, Cambados, Vilanova de Arousa,  Santiago, Ribeira, Coruña, Viveiro, Ribadeo y un largo etc. Hasta el momento las lozas decoradas en azul y morado (Isabella Polycrome) eran consideradas como de procedencia turolense por el reiterado empleo de estos colores  en este centro productor, esta errónea asignación deriva de una primera atribución  de las mismas a alfares de Calatayud realizada por Llubiá en 1973.